¡Feliz Navidad!


Hace unas semanas estuve ayudando a mi madre a adecentar el trastero y entre cajas de libros viejos encontré algunos cuentos que escribí de pequeña. Durante un buen rato me perdí en las palabras garabateadas en el papel que trajeron a mi mente un buen puñado de recuerdos. Disfruté leyendo historias que inventó una niña hace ya algunos años. No son buenas historias, ni siquiera están bien contadas, pero fueron escritas con ilusión y cariño.
Me emocionó especialmente un cuento navideño que, aprovechando las fechas que se acercan, voy a compartir con vosotros. Por favor, cuando lo leáis tened en cuenta que son las palabras de una niña de doce años.



Pedrito era un niño muy alegre que siempre esperaba ansioso la llegada de la Navidad hasta que un día sus compañeros de clase le dijeron que Santa Claus no existía y dejó de creer en ella.
Sin embargo, su pena duró poco. Una tarde, mientras jugaba con su muñeco favorito, se dio cuenta de que el juguete... ¡estaba vivo!
—Te llevaré al Polo Norte a conocer al padre de la Navidad para que vuelvas a creer en ella —le dijo el muñeco.
Antes de que Pedrito pudiera decir nada, parpadeó sorprendido unos segundos y después vio a muchos hombrecillos vestidos de verde corriendo arriba y abajo, haciendo y reparando juguetes.
¡Son los ayudantes de Santa!, pensó.
Uno de ellos se le acercó y le hizo un gesto para que le siguiera. Durante un buen rato le estuvo mostrando como fabricaban los juguetes. Para los muñecos de plástico usaban moldes, en cambio, los juguetes de madera se fabricaban a mano. Los duendes tenían una habilidad increíble para convertir un trozo de madera en personas o animales que casi parecían de verdad.
Pedrito observaba todo aquello asombrado y de pronto alguien se le acercó por detrás... ¡era Santa Claus!
—Todos los juguetes que fabricamos aquí están dotados de vida propia y su finalidad es mantener la Navidad viva en el corazón de todos los niños del mundo y por eso, querido Pedrito, estás tú aquí.
El pobre Pedrito no supo qué decir así que solo sonrió.
De la fábrica de juguetes fueron al comedor donde estaba esperándoles la señora Claus que, muy atenta y amable, le invitó a probar sus galletas de chocolate y avellanas con forma de reno, árbol navideño y estrella de nieve.
—¿Qué quieres que te traiga por Navidad? —le preguntó Santa mientras le observaba devorar las galletas con entusiasmo.
—No quiero nada. Ahora ya sé que existes y no necesito ningún regalo que me lo demuestre —contestó Pedrito mientras miraba una bola de cristal con una base dorada que había en el centro de la mesa.
—Es una bola mágica y a través de ella puedo ver qué les pasa a todos los niños del mundo —le aclaró Santa Claus.
—¡Qué bien! —dijo—. Si algún día me pasa algo malo tú lo sabrás.
—Pedrito —le respondió el viejo con cariño—, hay que regresar a casa. He de prepararme para hacer el reparto de regalos.
De nuevo, antes de poder hablar, parpadeó unos segundos y se despertó en su habitación abrazado a su muñeco y cubierto hasta la cabeza por el edredón.
Había sido todo un sueño. La magia de la Navidad se había evaporado en segundos. Pedrito se puso muy triste, con los ojos llorosos bajó las escaleras que llevaban al salón y miró el árbol. Estaba lleno de regalos.
Pero ninguno de Santa, pensó.
—¿Qué, no piensas abrirlos? —le preguntaron sus padres por detrás.
Pedrito intentó mostrar entusiasmo, se agachó y empezó a abrir regalos y más regalos pero sin ninguna ilusión.
Pero de pronto, bajo todos aquellos regalos apareció un plato de galletas. ¡Las de la señora Claus! Y al lado... ¡la bola mágica!
Y justo debajo de ella, una nota que decía:

¡FELIZ NAVIDAD!


Como veis se trata de un cuento infantil que no tiene nada de especial. Sin embargo, al leerlo a mí me ha recordado algo muy importante: que nunca se debe perder la ilusión por nada y que siempre debemos creer en nosotros mismos, a pesar de los momentos duros y difíciles.
Así que... sed felices amigos, en estas fechas... y en todas las que vendrán.

Taller de Relatos Románticos



Hace ya un tiempo que mi compañera de afición Alma Eastwood y yo decidimos aunar nuestras fuerzas para ayudarnos a mejorar y aprender la una de la otra. Comenzamos a escribir un relato para que la otra lo leyera y corrigiera aportando consejos que enriquecieran nuestra escritura.
Nos ha parecido una experiencia tan grata y productiva que decidimos organizar un taller de relatos románticos para compartirla con todos aquellos que quieran participar uniéndose a nosotras.
Con ello pretendemos fomentar el género romántico, conocer a otras personas con nuestros mismos problemas e inquietudes y, en definitiva, crear un grupo de apoyo dinámico para personas autodidactas, amantes del género romántico y que estén dispuestas a disfrutar leyendo y escribiendo historias apasionantes.
No hace falta ser un experto en la materia, nosotras mismas somos autoras noveles, lo único necesario son las ganas de aprender y ayudar al resto de participantes. Dentro del género romántico, se podrán escribir relatos de cualquier estilo (histórico, contemporáneo, chick-lit, paranormal...) y extensión.
El taller tendrá una duración de un año para que aquellos autores/as que trabajen o tengan otros proyectos no se sientan presionados por los plazos de entrega de relatos y correcciones. Cuando finalice el taller se hará una recopilación en PDF de todos los relatos para que quien quiera pueda descargarselo gratuitamente de los blogs o webs de los participantes. También hemos creado un grupo privado en Facebook para comentar cualquier duda o cuestión que sea de importancia para el resto del grupo.
Las etapas del taller son las siguientes:
  • PERIODO DE INSCRIPCIÓN (finaliza el 31 de enero de 2012):
Hasta el 31 de enero se puede realizar la inscripción. Para ello me tienes que enviar un correo a dianehathaway@live.com con tu nombre y apellidos o seudónimo, correo electrónico y género o géneros en los que vas a participar (se puede participar con varios relatos)
  • ENVÍO DE RELATOS (finaliza el 31 de mayo de 2012):
Desde el momento de la inscripción hasta el 31 de mayo se escriben los relatos, se inscriben en el Registro de Propiedad Intelectual (para evitar problemas y ahorrar en tranquilidad) y se envían a la dirección de arriba.
  • PERIODO DE CORRECCIONES (del 1 de junio al 31 de agosto de 2012):
Se mandaría tu relato al resto de participantes y tú tendrías que corregir los suyos y enviármelos de vuelta con tu opinión, consejos... lo que creas oportuno para ayudar al resto de autoras a mejorar sus relatos.
  • PERIODO DE REVISIÓN (del 1 de septiembre al 30 de noviembre de 2012):
Te mandaría todas las correcciones que se hayan hecho de tus relatos y tú decidirías si hacer más cambios o no. Después me enviarías el relato terminado y a punto para la recopilación y preparación del PDF.
  • PUESTA A PUNTO DEL LIBRO DE RELATOS (finaliza el 31 de diciembre de 2012):
Durante el mes de diciembre elegiríamos entre todos la portada, presentación, etc. Finalmente te mandaría el PDF para que lo cuelgues en tu blog, web...
Si te “hace tilín” la idea de unirte al taller, tienes cualquier duda o simplemente ganas de probar a hacer algo diferente, puedes escribirme a dianehathaway@live.com o bien contactar conmigo a través de Facebook.
¡Anímate!

El canto de la sirena

Hace algún tiempo comencé un taller de relatos románticos. He estado buscando en el baúl de los recuerdos de mi disco externo y he encontrado algunos de los ejercicios que hice. Quiero compartir éste con vosotros.

Forcé mi garganta y mi voz se elevó sobre los gritos de los marineros y el chocar de las olas contra las rocas y los cascos de las naves. El mar se arremolinó a mi alrededor salpicándome con su sal. Tomé aire durante un segundo, dándoles un respiro a mis pulmones, y volví a cantar.

Katra, la bruja de los mares, me dijo que mi sitio, mi futuro, está fuera del agua, más allá del lugar donde el mar se funde con la tierra que tan inhóspita y peligrosa me parece.

Durante un segundo miré aquellas embarcaciones y a los marineros que luchaban por salir indemnes de la tormenta. Los había contemplado muchas veces y seguían siendo para mí criaturas extrañas y misteriosas. Nunca aprendí nada de los humanos y no sabía cómo viviría entre ellos. Tenía la esperanza de poder subir a una embarcación antes de llegar a tierra firme, estar rodeada de agua me haría sentir más segura durante mis primeros días entre aquellos seres.

Volví a llenar mis pulmones de aire y seguí cantando. Sentía como el mar se agitaba a mi alrededor, meciéndome como si bailara conmigo. Esa era mi despedida.

Antes de pensármelo dos veces, me sumergí y dejé que mi cuerpo cambiara de forma. Sabía que perder la cola sería doloroso, lo había probado de niña y me juré que nunca repetiría la experiencia. Sin embargo, ahí estaba, desgarrándome por dentro, soportando el dolor, reviviendo el momento más traumático para las sirenas después del nacimiento y la muerte.

Sentí como la mitad inferior de mi cuerpo se partía en dos. Intenté nadar, buscando un poco de alivio en el movimiento, pero lo único que conseguí fue sacar la cabeza fuera del agua y lanzar un grito atronador. Mi alarido se escuchó por encima de los truenos y supe que los hombres lo habrían oído.

Poco a poco el dolor fue disminuyendo a medida que el agotamiento se apoderaba de mí. Algo cambió a mi alrededor, el agua se volvió insoportablemente fría y me provocaba incontables pinchazos por todo el cuerpo. Todos mis músculos se agarrotaron y me quedé flotando inerte en el agua que se estaba amansando por el cese de mis cantos.

Poco a poco perdí la visión y los sonidos me abandonaron. Me encontré ciega y sorda. Pensé que moriría sola y sin ayuda de nadie y entonces, un fuerte golpe en la cabeza me hizo perder la conciencia.

Cuando comencé a despertar, sentí que temblaba de pies a cabeza pero una deliciosa calidez, hasta entonces desconocida para mí, me rodeaba.

—¡Se está despertando! —oí que gritaba alguien muy cerca de mí.

Me sobresalté y di un respingo por la impresión. Apenas me pude mover porque unos brazos fuertes y rudos me mantenían sujeta.

—¿Cómo se siente? —me preguntó en un susurro al oído, calentándomelo con su aliento—. ¿Se encuentra bien?

Su mejilla, áspera por la barba incipiente, rozó la mía y trasmitió un poco de calor a mi rostro entumecido. Me tranquilicé un poco al comprender que aquel hombre, por muy grande y rudo que fuera, no tenía ninguna intención de herirme.

Sacando fuerzas de donde no las tenía, conseguí alzar mi mano hasta colocarla sobre su nuca para acercarlo más a mí, para empaparme con el calor que desprendía su cuerpo.

—No me suelte —le supliqué con voz débil y entrecortada—. No me deje.

Como única respuesta, sus brazos se cerraron sobre mí con más fuerza, aplastándome contra un pecho duro como el coral y cálido como las aguas tropicales.

Sintiéndome más tranquila y segura, me dejé caer de nuevo en la inconsciencia poco después de sentir una ligera caricia en los labios, como el roce de la cola de un pez diminuto.